El trastorno de conducta y la psopatología adulta, cómo puede aparecer desde la etapa de la niñez y adolescencia
Mediante éste artículo quiero darles a conocer los puntos de vistas de diferentes autores sobre la relación estrecha que hay entre el trastorno de conducta y la psicopatía ya que parece existir una relación en que los trastornos de conducta de inicio temprano deben ser el foco de atención para buscar las raíces de la psicopatía. Sin embargo, parece necesario hacer una identificación más precisa, y definir, dentro de esa categoría, el subgrupo que más se aproxime al concepto de psicopatía.
El trastorno de conducta es una categoría encargada de diagnosticar e identificar en los niños patrones de comportamiento antisocial latente con una persistencia bastante alta. Achenbach et al. (1989), plantea y se encargó de investigar cómo varios síndromes o patrones de comportamiento podían identificarse en una sola persona al tiempo. Una de éstas categorías y la que más me interesa en este artículo es el Infrasociado Agresivo que tendría como características la dificultad para establecer vínculos con los demás, egocentrismo, poca capacidad para empatizar, falta de remordimiento, conducta agresiva y arriesgaba, aunque pocas veces se manifestó explícitamente (Quay, 1987), ésta categoría parecía tener todas las características para un psicópata.
Unos estudios arrojaron que en los niños en que aparecía ésta conducta agresiva a temprana edad tenían una trayectoria evolutiva más persistente (Farrington et al., 1990; Patterson, Reid y Dishion, 1992); 10s que se iniciaban en la adolescencia, sin embargo, parecían tener un cuadro antisocial más limitado a este periodo evolutivo, con menor riesgo de delincuencia adulta.
Además, en diversos estudios se había encontrado que ambos tipos tenían correlatos diferentes. En 10s niños de inicio temprano, el trastorno de conducta aparecía frecuentemente asociado a disfunciones neuropsicológicas, a entornos familiares desestructurados y disfuncionales, a altas tasas de psicopatología en los padres y a dificultades en las relaciones con los iguales (véase Moffitt, 1993, para una buena revisión). La conducta antisocial de inicio adolescente, por el contrario, aparece más a menudo en jóvenes sin disfunción personal ni social previa y se vincula mis a grupos desviados. Estos datos son ensamblados por Moffitt (1993) en un interesante modelo sobre la conducta antisocial juvenil, que proporciona tejido teórico a la distinción del DSM-IV: la conducta antisocial de inicio temprano resulta de la yuxtaposición entre un niño vulnerable y un entorno educativo adverso.
REFERENCIAS
Anuario de Psicología 2001, vol. 32, no 3,25-49 O 2001, Facultat de Psicología Universitat de Barcelona.