Conducta antisocial en adolescentes no problemáticos
Los seres humanos estamos integrados por condiciones biológicas, psicológicas y sociales que no son separables. Por el contrario, interactúan entre sí para dar origen a las características comportamentales de las personas. Así, dentro de la naturaleza del ser humano se encuentra la capacidad de mostrar altas o bajas tasas de conductas agresivas que varían en intensidad como condición biológica y natural para defenderse él mismo, a los suyos o a su territorio. Cuando a esta condición biológica le acompañan factores socioculturales, políticos, económicos y personales, se convierte en agresividad descontrolada o violencia.
La conducta antisocial viene a ser considerada como aquel comportamiento que no se ha ajustado a la normativa social o moral. Ello, pues, se entiende que viene a referir un concepto muy extenso, que va desde los rasgos de personalidad psicopáticos hasta los criterios de trastorno de personalidad antisocial. Es decir, se podría entender la conducta antisocial como aquel comportamiento que infringe las normas e intereses sociales, además de ser una acción perjudicial o dañosa contra los demás, tanto personas como animales o propiedades, siendo su factor principal la agresión.
Los resultados de investigaciones han evidenciado una mayor vulnerabilidad en salud mental y adaptación social, con presencia de comportamientos de consumo de drogas ilícitas, embarazo precoz, abandono escolar, conductas violentas a nivel de relaciones interpersonales, (Florenzano, 2002; Garrido, 2006; Garrido, Stangeland y Redondo, 1999; Becedóniz, Rodríguez, Herrero y otros, 2005), amenazando la convivencia social y reduciendo las posibilidades de ajuste psicológico y social en el futuro, siendo un predictor de delincuencia adulta la aparición de conductas antisociales antes de los 15 años (Garrido, Stangeland y Redondo, 1999, Rutter y Giller, 1985; Rodríguez y Paíno, 1994; Garrido, 2006). El desarrollo de la conducta antisocial tiende a agrupar diversos factores de riesgo que tienden a ser catalogados en dos apartados (Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000): Los factores personales o individuales y aquel que agrupa los factores situacionales o contextuales, como la familia, la escuela y, dentro de la misma, el grupo de iguales.
Existen otras conductas y trastornos que pueden ser similares, subyacer o acompañar a los problemas de conducta y que, sin embargo, no son lo mismo. Entre éstos se encuentran la conducta agresiva, la conducta violenta, la hostilidad, el trastorno negativista desafiante y la psicopatía.
El ser ‘malo se construye socialmente y, por lo general, entendemos responde a la forma en que la persona busca defenderse del otro, que no lo considera o lo condena (Valverde, 1988, Rodríguez y Paíno, 1994), y que le lleva a considerar el espacio social como una fuente de ‘agresiones’ en su proceso de socialización. Ello va a traducirse en distintas expresiones como la ‘vagancia’, bajo rendimiento escolar, expulsiones en la escuela, fugas del hogar, mentira persistente, relaciones circunstanciales y tempranas, ingestión de alcohol compulsiva, abuso de sustancias, robos, vandalismo, peleas, rechazo a la autoridad y normativa, etc.
Por otra parte, a pesar de que se ha confirmado en múltiples estudios que los varones cometen más conductas antisociales (Graham, 1979; Silva, Martorell y Clemente, 1986a; 1986b), diferentes resultados refieren que no siempre es así, por lo menos cuando señalamos a los adolescentes sin expedientes de conflicto social y/o comportamientos sin referir ser infractores a nivel penal.
Referencias
Graham, P. (1979): Epidemiological studies. En H.C. Quay y J.S. Werry (Comp): Psychopathological disorders of childhood (2ª ed). New York: Wiley Kazdin, A. y Buela-Casal, G. (1994): Conducta antisocial: Evaluación, tratamiento y prevención en la infancia y adolescencia. Madrid: Pirámide.